miércoles, 29 de diciembre de 2010

Sobre el tiempo y el lugar (I)

Ahí estaba yo, recostado en ninguna parte, en el lugar adonde voy de vez en cuando a disfrutar de esa comunmente infravalorada compañía, la soledad. Y ahí estaba él, omnipresente en esencia.
Muchos son los disfraces que viste el Tiempo. Puede ser un amigo, o una sombra que, guadaña en mano, acabe con lo que quiera. En este caso, había optado por un rostro jóven, pero con cabellos albinos y ojos gastados, como los de un anciano que ya ha visto el mundo que tenía que ver, cubiertos por unas gafas redondas. Rematado con un traje blanco y un reloj de bolsillo, el Tiempo observaba la escena, dispuesto a entablar conversación.

-¿Has visto lo que he hecho, verdad? Si hace unos meses te hubieran dicho que hoy estarías aquí, te hubieras reído...

Sí, lo he visto, por descontado. Absolutamente nada ha salido como planeaba entonces. Han salido mal cosas que creía firmemente que no podían fallar... En definitiva, la enésima prueba de que un individuo no puede controlar su vida totalmente, sino que gran parte está en manos de los demás, en una maraña de tal complejidad que la llamamos "destino" y decimos que es incontrolable para simplificar; otro tanto sucede con la "suerte", aunque no venga al caso.
Pero ya lo sabes... Para nosotros, la vida es lo que nos ocurre mientras hacemos otros planes.

El Tiempo aguardó pacientemente a que acabara antes de seguir hablando. No por que le dijeran nada que no supiera, sino por cortesía. Allí estaba, así que no había razón para no tomarse las cosas con calma.

No hay comentarios: